Tengo la
historia perfecta para hacer útil el Blog.
Aún no supero lo que sucedió hace un año. Toda la semana tengo que ir al
psicólogo. Las terapias duran de dos a tres horas, muy rutinarias para mi gusto.
He llegado a pensar, seriamente, en quitarme la vida; desechar todo ese tiempo
desperdiciado en el diván, sin embargo... Al final pienso en todo sufrimiento que le provocaré
a mi familia si lo hago.
Héctor se mudó
a Guadalajara; solo lo veo por las noches gracias al videollamada. Platicamos
sobre cómo va en este nuevo escalón a lo profesional. La confianza no se ha
perdido pero no puedo contarle que me estoy volviendo loca y, que esas sonrisas,
sí, aquellas que tanto le gustaban, ahora son fingidas y aburridas. En la
universidad, siempre observo con tristeza a mis compañeras embarazadas. Cada
día es una pesadilla; cada noche, un tormento.
¿De qué sirve
ser mujer si no puedes completarte como tal? Ahora solo tengo el tres por ciento de probabilidad para quedar embarazada. Héctor siempre dice: “No te preocupes, nena. Aún
te amo y tenemos 30 intentos para tener una familia”. ¡Mentira! ¡Soy infértil!
Escuchar al médico decirme, una y otra vez, con esa mirada desconfiada:
“Denisse, todavía tienes esa oportunidad”. Me causa repugnancia. ¡Basta! ¡Me
lastiman!
Todavía
conservo la pastilla anticonceptiva que debí usar después del coito. Patéticamente,
la caja de condones está escondida junto a mis calcetines. No son mis trofeos,
no son mi orgullo, solo son mi maldición.
En México se
estima que cada año mueren alrededor de
100 mujeres por abortos mal practicados. A nivel mundial hay 40 millones de
abortos legales al año. ¿Por qué lo hacen? ¡Cuídense! Yo no aborté porque
quise; aún así sufro las consecuencias. Tengo en cuenta que lo han escuchado
mil veces, y lo escucharán mil veces más, pero tengo el deber de mostrarles la
realidad del sexo sin protección.
Para muchos la
edad de 18 significa libertad, discotecas, bebidas alcohólicas y en algunos
casos, sexo. ¿Libre? No, aún no. Mi
madre me obliga todos los días a llamarle
cuando llego a la universidad. Si me tardo en salir de mis clases, debo
enviar un mensaje. Si voy a salir con un amigo, primero tengo que decirle dónde
vive, cuántos años tiene, de dónde lo conozco y darle su número telefónico. Es
una pesadilla pedir permiso. ¿Discotecas? No lo creo. Tengo miedo a que pongan
algo en mi bebida, y por lo mismo no consumo alcohol. Sin embargo, el concepto sexo me recuerda tres palabras; sangre, amor y Héctor. No por tener 18 años y, ser legal tienes la libertad de hacer lo que quieras. La responsabilidad es un trabajo satisfactorio aún más satisfactorio que el sexo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario