Hoy cumplí 15 años y mi padre me regaló una
motocicleta sport de color negro:
─¡Toma! ¡Ya para
que no estés chingando!
─¡Gracias! ─respondí
mientras le quitaba las llaves.
─¡Ya! ¡Corre!
¡Los Power Rangers te están esperando!
─Qué mal… ─dije
entre dientes.
Tengo la
sospecha de que mi padre no me dio la motocicleta por gusto, ya que cuando me
subí en ella, no alcanzaba el piso ni de puntitas. Al acelerar, no duré ni dos
minutos en equilibrio; me estrellé contra el auto de mi padre y él solo se burló
desde la ventana de su habitación. Realmente espero que no me quede una cicatriz.
Héctor me habló en la madrugada para felicitarme. Siendo sincera, no recuerdo nada, pero
estoy segura que me dijo algo muy lindo.
11 de octubre del
2010
No sé cómo
comenzar. Creo que lo haré con la frase: "al
cerrar la puerta soy otra". Hoy, Héctor y yo cumplimos un año de ser novios.
Decidimos ir al hotel Puente Grande y rentar la habitación especial para recién
casados. Puse música. Le indiqué que se sentara en la cama y
que esperara. Entré al baño, me puse ese babydoll
que tanto ansiaba usar. Desarreglé mi cabello y me puse gloss de chocolate en los
labios.
Dicen que la primera impresión es la que cuenta, ¿no? Lo hice esperar un poco
más y, cuando empezó la canción indicada, abrí la puerta de un sólo golpe. Comencé caminar alrededor del
cuarto y presumiendo mi cuerpo, coqueteaba con la mirada. Arqueaba mi espalda
mientras disfrutaba de sus caricias. Mantuve el contacto visual por encima del
hombro e hice gestos y movimientos sensuales.
Los zapatos, de un
solo movimiento, terminaron debajo de la cama. Levanté la pierna a lado suyo para
quitarme el liguero e imaginé que mis manos eran las suyas. Dándole la espalda, comencé a quitarme
el babydoll: solamente los tirantes. Lo sostuve contra mi busto con un brazo. Me giré para
ver su expresión y quité mi brazo para que la delicada tela roja se deslizara por mi cuerpo. Caminé alrededor de
él mientras le mostraba lo que era suyo. Dejé que él
corriera hacia mí cuando ya no pudo resistirse más. Héctor me quitó la pantaleta con su boca. Comenzó a tocar mi
entrepierna. Ese esquicito lubricante ya había hecho su trabajo. Acariciaba mi
pecho, mordía mi cuello, y una y otra vez, cada mordida era más fuerte que la anterior.
Pensé que iba a enloquecer.
Héctor se detuvo y
me preguntó:
─Denisse, ¿estás
segura de lo que vamos a hacer?
─Sí. Quiero que tú
seas el primero ─contesté tímidamente.
─Pero… tenemos que
hacerlo bien.
─¿Quieres que usemos
condón?
─No. ¡Quiero que te
cases conmigo! ─respondió.
─¡Tienes 16 años y
yo 15! ¿crees que nuestros padres estén de acuerdo con ese compromiso?
─No. Y no me
importa.
─Ya los
convenceremos ─aseguré con una sonrisa.
─Ahora… ¿en qué
estábamos?
Logré alcanzar el orgasmo.
El riego sanguíneo aumentaba en la zona de mis senos y genitales. Esas partes
se agrandaron y mi cuerpo aumentó su temperatura. El coito casi llegaba a su
fin: pude sentir como su semen entraba en mí.
El condón y la
pastilla quedaron intactos. No tengo miedo a quedar embarazada. Eso es lo que
deseamos: un bebé.